Mi manera de entender la arquitectura es concebir el edificio en conjunto con su entorno como un ecosistema dinámico, armónico y en equilibrio con sus habitantes, con el clima, y con la naturaleza. Y también debe dar lugar a reflexionar cómo queremos vivir en nuestros espacios.
Que sea reflejo de lo que somos para que sean espacios de bienestar, saludables y de disfrute. Llámalo bioconstrucción, eco arquitectura o arquitectura bioclimática. Para mi es una arquitectura que nos ayuda a sobrevivir los cambios de nuestra vida (familia, edad, hábitos) y que se adapta a las personas y pone a éstas y su bienestar en el centro.
Para mi la arquitectura es sostenible cuando es eficiente en todos los sentidos, usa materiales locales y responsables y aporta bienestar.
La sostenibilidad no es solo medioambiental, es un concepto mucho más amplio.
Círculos, circuitos, ciclos, procesos, feedback, descarbonización. Los materiales circulares son menos contaminantes, renovables, reciclables, reutilizables o de bajo impacto (como la madera, la piedra, la cerámica, la tierra). También se aplica a edificios adaptables (como las rehabilitaciones), a espacios flexibles (como el Centro Cultural del Sobrarbe y Escuela Municipal de Música José María Campo) y los espacios abiertos o multiusos.
Reducir las emisiones contaminantes, los residuos y el consumo energético. Priorizar la eficiencia en el diseño de los espacios, el bienestar del planeta y del medioambiente y el efecto dominó con energías renovables y técnicas de diseño pasivo.
La sostenibilidad es también justicia social. Priorizar el acceso para todos a viviendas dignas con estrategias de diseño de bajo coste, apostando por lo más importante e identificando las necesidades reales.
Considero que la arquitectura genera un impacto y un consumo grande de recursos.
Por ello, es importante saber optimizar su uso, minimizar nuestra huella y así garantizar nuestra supervivencia y la de nuestro Pirineo.
La arquitectura sostenible ha de ser, además de medioambiental, económica, ética y social.
¿Por qué encontramos algunos lugares o espacios relajantes, bonitos, o a veces agobiantes? Para mi, en la arquitectura tanto interiores como exteriores deben apoyar el bienestar de sus usuarios. Hay conexiones entre cuerpo y mente, percepción y lugar.
Me gusta crear junto a mis clientes espacios positivos donde experimentamos la belleza, que nos hagan sentir bien, que respondan a nuestra vida interior y que sean espacios que apoyen de alguna manera nuestros objetivos en la vida.
En la arquitectura tradicional usaban la imaginación, innovaban o introducían adaptaciones personales pues lo principal era que las construcciones se adaptaran a su estilo de vida (ganaderos, hortelanos, artesanos) y sobre todo que fueran espacios que permitieran a sus habitantes ser autosuficientes.
No cabe duda que la arquitectura tradicional es y era muy respetuosa con el medioambiente. Utilizaba los materiales propios del lugar y aprovechaba los recursos naturales de la manera más eficiente y duradera posible. Esta es la casa sana.
La casa feliz es aquella que además de ser sana, contribuye positivamente a nuestra salud y bienestar -físico, mental, emocional, social y espiritual.
¿Tu casa permite dormir, trabajar, relajarse, jugar, comer, socializar como a tí te gusta?
Se habla de la casa enferma y la casa sana,
yo propongo la “casa feliz”.
La arquitectura sostenible se traduce en edificios saludables porque favorecen la salud a través de la mejora de nuestros espacios del día a día.
Los edificios que aplican técnicas de arquitectura sostenible están diseñados para durar muchos años. A la larga resultan más económicos pues tienen menores gastos fijos y de mantenimiento y se desvalorizan menos con el tiempo.
La arquitectura sostenible se basa en estrategias comprobadas y eficaces. Se puede aplicar a todo tipo de proyectos: pequeños, grandes, reformas…incluso reformas urbanas o planes urbanísticos.
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